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domingo, 20 de enero de 2013

Barón Ilustrado

Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu, Señor de la Brède o simplemente Montesquieu nació el 18 de Enero de 1689, en La Brède, a pocos Km. de Burdeos, Francia. Como la tradición familiar así lo imponía, Montesquieu, emprendió la carrera de Derecho, primero en la Universidad de Burdeos y más tarde en París. 

Tras desempeñarse largos años como consejero en el Parlamento de Burdeos, Montesquieu, emprenderá un viaje para observar e investigar las costumbres y las instituciones de otros países; en Inglaterra, según su criterio, hallaría el mejor modelo político y entonces plasmar el modelo inglés a su país. Cabe destacar que Montesquieu era un serio crítico de la monarquía absoluta francesa que reinaba por aquel tiempo en Francia.


Mientras tanto, en sus Cartas Persas en las cuales un muchacho persa narra la vida de Francia desde su punto de vista, como espectador de la miseria y las costumbres que atañen a diario vida y muerte de los franceses, posteriormente veinte años después conocería la luz su obra máxima: Del espíritu de las Leyes. En sus páginas, Montesquieu, sentó las bases de lo que más tarde conoceríamos como liberalismo. Inspirado especialmente en las ideas del inglés John Locke, Montesquieu, promovió la tolerancia religiosa, la libertad, se opuso férreamente a métodos inhumanos como la esclavitud y la tortura. Además, para Montesquieu, no resultaban para nada indiferentes las condiciones en las que vivía un pueblo determinado sino muy por el contrario, la economía, las costumbres, las tradiciones, el clima y la geografía son indispensables a la hora de construir un sistema político.

Y entonces a partir de todas estas consideraciones preliminares arribaría a su máximo aporte: la separación de poderes, que consiste en la distribución de las funciones del estado, siendo la titularidad de cada función (ejecutivo, legislativo y judicial) confiada a un órgano distinto, que a las veces hará de contralor y de limitación de las atribuciones del príncipe. A partir de este equilibrio que deviene de la separación de los poderes, Montesquieu, estaba convencido que sería imposible degenerar hacia el despotismo.

Para Montesquieu, la república debe gobernarse por el principio de la virtud, el amor a la patria y la igualdad. La monarquía se rige por el honor, mientras que el despotismo está gobernado por el terror. Desde este punto de vista, cada forma de gobierno se rige por principios distintos de los que derivan códigos legales y morales diferentes que condicionan los más variados aspectos del comportamiento de los hombres. La decadencia de los sistemas de gobierno se produce cuando los principios de gobierno no son debidamente cumplidos o sufren alteración, corrompiéndose todo el sistema de gobierno.

La obra literaria y filosófica del barón de Montesquieu es un auténtico monumento a la Razón. Está basada en el pensamiento racional: el autor investiga y saca sus conclusiones teniendo en cuenta sólo su capacidad de razonar. Esto supuso en su tiempo una auténtica revolución, pues hasta entonces nadie se había atrevido a razonar prescindiendo de las creencias religiosas.

Su interés por todo tipo de conocimientos y saberes le convierte en uno de los mejores ejemplos del espíritu ilustrado y enciclopédico. Colaboró, en efecto, con ese proyecto monumental desarrollado por los intelectuales franceses del siglo XVIII: la Enciclopedia. Montesquieu, como buen ilustrado, elogia los gobiernos basados en la razón y la inteligencia, y critica a aquellos pueblos que se dejan gobernar por las ideas religiosas.

Montesquieu, no fue testigo presencial de la Revolución Francesa, sin embargo, su legado, iluminó todo el proceso de los liberales que hicieron posible aquel movimiento socio político que pedía a gritos la participación ciudadana en las cuestiones de estado francesas.

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