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domingo, 27 de enero de 2013

Justicia terrible

Hel es una deidad oscura, representa los aspectos más misteriosos y el poder destructivo de la naturaleza, es hija de Loki, dios del Caos y de la giganta Angurbroda (grito de angustia), nace junto a sus hermanos el lobo Fenrir y la Serpiente Iörmungandr  Al ser de sangre de gigantes, representa los poderes destructivos de la naturaleza. Su nombre significa "La que todo lo cubre" y una vez nacida, Odín, padre de los dioses le da dominio sobre el mundo de los muertos, volviéndose señora sobre Helheim (Tierra de los muertos o morada de Hel) y Niflheim (Tierra nebulosa), como lo vimos en Vida del mundo.

Hel regala a Odín dos cuervos y dos lobos, los cuervos, Hugin y Munnin acompañan siempre a Odín, avisándole lo que hallará en su camino, pero también guían las almas hasta el reino de Hel. Los lobos, devoran las ofrendas que se hacen a este dios



A Helheim y bajo su dominio, van todos aquellos que han muerto de vejez y enfermedad, mientras que los traidores y ladrones van a Niflheim, donde habita el dragón Nidhogg, quien devora sus cuerpos. El perro Garm (el devorador) custodia la entrada de Helheim y no permite que nadie que haya entrado ahí salga. La cólera de este monstruo sólo podía ser apaciguada con la ofrenda de un pastel de Hel, lo cual nunca 
fallaba a aquellos que en alguna ocasión le han dado pan a los hambrientos.

El ingreso a éste infierno es espantoso, ya que el espíritu es inmediatamente encadenado antes de morir con ciertas lazos que no pueden romperse. El alma es barrida por un viento helado que produce una indecible sensación de angustia. Es entonces cuando el réprobo tiene la primera visión de los horrores que le aguardan: Las Sirvientas han llegado para acompañarle. Éstas tenebrosas damas son representadas como mujeres muertas, que suelen aparecer durante la noche para atormentar a los moribundos en su lecho, brindándoles una tenue imagen de los terrores que deberá soportar en la otra vida.

Adentrándose en este horrible lugar, se encontraba Elvidner (miseria), el palacio de la diosa Hel, cuyo plato era el Hambre. Su cuchillo era la Avaricia. Holgazanería era el nombre de su hombre, Indolencia el de su doncella, Ruina el de su umbral, Pesar el de su cama y Conflagración el de sus cortinas.

Esta diosa tenía muchas moradas diferentes para los invitados que venían a visitarla a diario, ya que ella recibía no sólo a los perjuros y criminales de todas clases, sino también a aquellos que eran tan desgraciados como para morir sin derramar sangre. A su reino iban a parar también aquellos que morían de vejez o enfermedad, una forma de morir que era denominada “muerte de paja”, ya que los lechos estaban construidos generalmente con ese material.

Según dicen algunos ilustres mitólogos, la parte más horrenda del Helheim se encuentra en lo profundo de un abismo, antro designado a los hechiceros o adeptos a las artes oscuras. Es allí, en la residencia más temible donde el nigromante contempla con horror el destino de su alma. Hel lo observa, lívida, espantosamente pálida. Sus fríos labios pronuncian los versos de los cuales el infame solía burlarse en vida, pero que ahora le resultan carentes de toda gracia:

"...y vuestro palacio se llamará Angustia;
la mesa, Hambre;
los sirvientes, Lentitud y Retraso,
el umbral; Precipicio;
la cama, Preocupación..."

La palabra inglesa "Hell" proviene del nombre de ésta Reina infernal, Hel; cuya raíz deriva del anglosajón Hélan o Helan ("cubrir, esconder"); incluso la palabra "matar" en lengua norsa se dice At Slaa ihel (i-Hel).

Si un perro ladraba durante la noche en el umbral de una casa, se consideraba como señal inequívoca de que la muerte de uno o varios de sus habitantes era inevitable.  Hel recorría los pueblos y ciudades trayendo muerte y desolación. En las tradiciones populares de Noruega se representa a Hel cómo una cabra de tres patas, o como un caballo de tres patas blancas. Verlo es signo seguro de muerte. Cuando alguien se recuperaba de una peligrosa enfermedad, se decía que había pagado a Hel una medida de avena, ya que ésta Reina tiene, al parecer, necesidades que satisfacer, y cuando vaga en forma de animal puede aceptar avena como compromiso.

Durante el pánico producido por la Peste Negra hacia mediados del siglo XIV, se solía ver a Hel con la figura de una vieja arrugada y desdentada, que recorría el país de parroquia en parroquia con un rastrillo o una escoba en la mano. En algunos pueblos usaba el rastrillo, y pocos se salvaban; en otras usaba la escoba, y todos morían.

Pero su aspecto más conocido, y acaso el de mayor arraigo en las culturas del norte, era el de una mujer cuya mitad derecha era hermosa y pálida como la aurora, contraste perfecto para la otra mitad: imagen terrible de la putrefacción, exhalando vapores nauseabundos, con la piel cubierta de un limo verdoso, y con una mirada sin ojo que penetraba el corazón del infortunado, cómo las heladas noches de aquellos parajes yermos.

Metáfora simple pero efectiva: la muerte se aparece bella para el portador de un alma virtuosa, e implacable y tenebrosa para el infame. Hel es una mujer sabia y respetada por los mismos dioses de Asgard y habitantes de los nueve mundos, generalmente no habla y se comunica a través de simbolismos, su juicio es imparcial y sus reglas son claras, proporciona orden y equilibrio en le mundo y generalmente es comprensiva, cuidando muy bien a las almas que celosamente tiene bajo su resguardo, sin embargo si es provocada; es una feroz y temible diosa capaz de recrear las mas horrendas pesadillas, dolor y sufrimiento que alguien jamás haya podido imaginar.

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