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viernes, 18 de enero de 2013

Trabajosamente Parte XI

Heracles había realizado esos diez trabajos en el término de ocho años y un mes, pero Euristeo, descontando el segundo y el quinto, le impuso dos más. El undécimo trabajo consistió en conseguir los frutos del manzano de oro, regalo de bodas de la Madre Tierra a Hera con el que ésta se había mostrado tan complacida que lo plantó en su jardín divino. Este jardín se hallaba en las laderas del monte Atlas, donde los jadeantes caballos del carro del Sol terminaban su viaje y donde las ovejas y las vacas de Atlante, mil rebaños de cada clase de esos animales, vagaban por los pastos de su innegable propiedad. Cuando un día descubrió Hera que las hijas de Atlante, "las Hespérides", a quienes había confiado el árbol, hurtaban las manzanas, hizo que el dragón Ladón, siempre vigilante, se enroscara alrededor del árbol como su guardián.

Algunos dicen que Ladón era hijo de Tifón y Equidna; otros que era el hijo menor de Ceto y Forcis; otros que era hijo de la Madre Tierra, Tenía cien cabezas y hablaba con varias lenguas.

Aunque las manzanas pertenecían a Hera, Atlante sentía por ellas un orgullo de jardinero y, cuando Temis le advirtió: "Un día, dentro de mucho tiempo, Titán, tu árbol será despojado de su oro por un hijo de Zeus", Atlante, que todavía no había sido castigado con el terrible trabajo de soportar el globo celestial sobre sus hombros, construyó sólidas murallas alrededor del huerto y expulsó de su territorio a todos los extranjeros; puede muy bien haber sido él quien puso a Ladón como guardián de las manzanas.

Heracles, quien no sabía en qué dirección se hallaba el Jardín de las Hespérides, marchó a través de Iliria hasta el río Po, el hogar del dios marino oracular Proteo, las ninfas del río, hijas de Zeus y Temis, le mostraron a Proteo dormido. Él asió al viejo y venerable dios marino y, sujetándolo a pesar de sus muchas transformaciones proteicas, le obligó a profetizar cómo se podían conseguir las manzanas de oro. 

Por fin llegó a las montañas del Cáucaso, donde Prometeo había estado encadenado durante treinta años mil, o treinta mil años. Hacía tiempo que Zeus se había arrepentido de su castigo, porque desde entonces Prometeo le había advertido bondadosamente que no se casase con Tetis, para que no engendrase a alguien más
importante que él; y ahora, cuando Heracles le suplicó que perdonase a Prometeo, se lo concedió sin vacilar. Pero como le había condenado a un castigo eterno, Zeus estipuló que, para que Prometeo siguiese pareciendo un prisionero, llevase un anillo hecho con sus cadenas y engastado con una piedra caucasia, y éste fue el primer anillo que llevó un engaste. Pero los sufrimientos de Prometeo estaban destinados a durar hasta que algún inmortal fuera voluntariamente al Tártaro en su lugar; en consecuencia Heracles recordó a Zeus que Quirón deseaba renunciar al don de la inmortalidad desde que había sufrido una herida incurable. Por lo tanto, ya no quedaba impedimento alguno y Heracles, invocando a Apolo Cazador, mató al buitre atravesándole el corazón y puso a Prometeo en libertad. Algunos dicen, no obstante, que Heracles acudió a Prometeo, para que le diese la información de como tomar las manzanas de las Hespérides.
Proteo había aconsejado a Heracles que no arrancase las manzanas personalmente, sino que emplease a Atlante como su agente, aliviándolo entretanto de su carga fantástica; en consecuencia, cuando llegó al Jardín de las Hespérides le pidió a Atlante que le hiciera ese favor. Atlante habría realizado casi cualquier trabajo con tal de tener una hora de respiro, pero temía a Ladón, al que Heracles mató inmediatamente con una flecha que disparó por encima de la pared del jardín. Heracles inclinó la espalda para recibir el peso del globo celestial y Atlante se alejó y volvió poco después con tres manzanas arrancadas por sus hijas. La sensación de libertad le pareció deliciosa. "Yo mismo llevaré sin falta estas manzanas a Euristeo —dijo— si tú sostienes el firmamento durante unos pocos meses más". Heracles simuló que accedía pero como Proteo le había advertido que no debía aceptar oferta alguna de esa clase pidió a Atlante que soportase el globo durante sólo un momento más, mientras él se ponía un almohadón en la cabeza. Atlante se dejó engañar fácilmente, dejó las manzanas en el suelo y volvió a ponerse el firmamento en los hombros; inmediatamente Heracles recogió las manzanas y se alejó con una despedida irónica. 



Al cabo de algunos meses Heracles le llevó las manzanas a Euristeo, quien se las devolvió; él las entregó entonces a Atenea, quien las dio otra vez a las ninfas, pues era ilegal que la propiedad de Hera saliese de sus manos. Como sentía sed después de este trabajo, Heracles golpeó la tierra con los pies e hizo surgir una corriente de agua que más tarde salvó la vida de los argonautas cuando estaban a punto de morirse de sed en el desierto de Libia. Entretanto Hera, que lloraba a Ladón, puso su imagen entre las estrellas como la constelación de la Serpiente.

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