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sábado, 19 de enero de 2013

Trabajosamente Parte XII

El último, y el más difícil, trabajo de Heracles fue sacar al perro Cerbero del Tártaro. Lo difícil no era capturarlo, ya que Heracles había dado muestra de sus habilidades, lo que Euristeo y Hera querían, era que no pudiera regresar del Tártaro.
 
Por tanto Heracles fue a Eleusis, donde solicitó que le permitiesen participar en los Misterios y llevar la corona de mirto. Todos los años se realizan dos series de Misterios eleusinos: es decir, aquellos secretos por los que Perséfone podía regresar del inframundo durante dos terceras partes del año, los Mayores en honor de Deméter y Core, y los Menores en honor de Core solamente. Los ritos principales eran el sacrificio de una cerda, que los iniciados lavan primeramente en el río Cántaro, y su subsiguiente purificación por un sacerdote que lleva el nombre de Hidrano. 

Una vez purificado y preparado de este modo, Heracles descendió al Tártaro desde el Ténaro laconio; o, según dicen algunos, desde la península Aquerusia, cerca de Heraclea en el Mar Negro, donde se muestran todavía "las marcas de su descenso" a una gran profundidad. 

Aterrado por el ceño de Heracles, Caronte lo condujo a través del río Estigia sin vacilar, en castigo por lo cual Hades lo tuvo encadenado durante todo un año. Cuando Heracles desembarcó de la desvencijada embarcación todos los espíritus huyeron, excepto Meleagro y la gorgona de Medusa. A la vista de Medusa desenvainó la espada, pero Hermes le tranquilizó diciéndole que sólo era un fantasma; y cuando apuntó con una flecha a Meleagro, quien llevaba puesta una armadura brillante, Meleagro le dijo sonriendo: "Nada tienes que temer a los muertos", y ambos conversaron amistosamente durante un rato; al final Heracles se ofreció a casarse con la hermana de Meleagro, Deyanira, la cual posteriormente sería su perdición.

Cuando Heracles pidió que le entregaran a Cerbero, Hades, quien se hallaba junto a su esposa, le contestó torvamente: "Es tuyo, si puedes dominarlo sin emplear la clava ni las flechas". Heracles encontró al perro encadenado a las puertas del Aqueronte y lo asió resueltamente por el cuello, del cual salían tres cabezas, cada una con una cabellera de serpientes. Cerbero levantó el rabo cubierto de púas para golpearle, pero Heracles, protegido por la piel de león, no aflojó su apretón hasta que Cerbero se sintió ahogado y cedió.

Cuando volvía del Tártaro Heracles se tejió una corona con el árbol que Hades había plantado en los Campos Elíseos en recuerdo de su amante, la bella ninfa Leuce. Las hojas exteriores de esa corona siguieron siendo negras, porque ése es el color del mundo subterráneo, pero las que rozaban con las sienes de Heracles se pusieron de un color blanco plateado a causa de su sudor glorioso. De aquí que se le consagre el álamo blanco, o tiemblo; su color significa que Heracles trabajó en ambos mundos.

Según otra versión, Heracles arrastró a Cerbero, atado con cadenas adamantinas, por un camino subterráneo que llevaba a la sombría cueva de Acone, cerca de Mariandina en el Mar Negro. Como Cerbero se resistía, desviando los ojos de la luz y del sol y ladrando furiosamente con sus tres bocas, su baba salió volando a través de los campos verdes e hizo brotar la planta venenosa llamada acónito, y también hecateis, porque Hécate fue la primera que la utilizó. 

Con la ayuda de Atenea, Heracles volvió a cruzar el río Estigio sin peligro, y luego medio arrastró y medio llevó a Cerbero por el precipicio de las cercanías de Trecén, por el que Dioniso había conducido a su madre Sémele. En el templo de Artemisa Salvadora, construido por Teseo, sobre la boca de ese precipicio, hay ahora altares dedicados a las divinidades infernales. En Trecén se muestra también una fuente descubierta por Heracles y que lleva su nombre frente al lugar donde estaba anteriormente el palacio de Hipólito.

Al ver al animal ser traído, Euristeo volvió a esconderse dentro de una vasija, como era habitual cada vez que Hércules le traía una de sus capturas. Al no saber qué hacer con esa bestia, Euristeo ordenó a Hércules que lo devolviera a Hades, cosa que hizo inmediatamente

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