Juana de Arco

Juana de Arco nace en Domrémy un 6 de enero de 1412. Era una muchacha iletrada, como todas sus compañeras del pueblo. Fue durante los dos años en los que desempeñó un gran papel cuando aprendió a firmar. Se dice que durante su infancia: oía una voz sobrenatural acompañada de un gran resplandor; tenía entonces 13 años. Pudo identificar estas voces sucesivas porque iban acompañadas de apariciones como: Sn Miguel, Sta Catalina y Sta Margarita. Estas voces le mandaban a portarse bien, a frecuentar la iglesia, y finalmente le dieron la orden de partir «para Francia» revelándole que ella libraría a Orleans, asediada desde octubre de 1428. 

En 1428, se dirige a Vaucouleurs en busca del capitán real Roberto de Baudricourt para pedirle que la ayudara a cumplir su misión. Rechazada dos veces, se las apaña para obtener un caballo y una escolta, y se viste de hombre. Esto sucedía en febrero de 1429; tenía 17 años.

Llega a Chinon, en donde se había refugiado entonces el Delfín. Le reconoce sin dificultad en medio de los cortesanos, le expone el objeto de su misión y después, en el curso de una entrevista secreta, le da un signo. No se sabe de qué se trató; es verosímil que le asegurara en nombre de Dios que él era el hijo de Carlos VI y heredero legítimo del trono. Primero, el Delfín la hizo examinar en Poitiers por una comisión de clérigos y de doctores y después comenzó inmediatamente la epopeya militar. Penetra en la cercada Orleáns y obliga a los sitiadores a levantar el sitio. Posteriormente, se logra la victoria de Patay (18 de junio de 1429) y sobre todo tiene lugar la marcha sobre Reims a través de un país controlado por los ingleses. El 17 de julio de 1429 tiene lugar la consagración que hace del Delfín el elegido de Dios. 

Después de este acontecimiento, Carlos deja de seguirla y cae en la inacción. Comienzan los fracasos: ataque infructuoso de París en donde es herida (7 septiembre de 1429). Pasado el invierno, Juana de Arco vuelve a tomar la iniciativa y, reviviendo la hazaña de Orleáns, va en ayuda de Compiégne, que estaba asediada. Allí fue capturada por los borgoñeses, que la vendieron a los ingleses por 10.000 escudos de oro.

El proceso que le hicieron fue de inquisición: se trataba, en efecto, de mostrar que sus «voces» eran diabólicas y así desacreditar al nuevo rey Carlos VII, juguete de un agente del diablo. En este proceso, que duró más de tres meses (febrero-mayo de 1431), fue evidente la voluntad de condenar a la acusada. Sin embargo, Juana se defendió con un brío extraordinario. Sus respuestas dejaban maravillados a los escribanos, que anotaban al margen sus impresiones.

El 24 de mayo de 1431, Juana firmó en el cementerio de Sanct-Ouen, en Rouen, una fórmula de abjuración, cuyo texto es mal conocido, lo que la salvaba momentáneamente, pues de este modo sólo era condenada a cadena perpetua. Se la recluyó no en prisión eclesiástica, como se le había prometido, sino en la prisión de los ingleses. Allí, para defenderse de los carceleros, volvió a vestirse de hombre, lo que hacía de ella una relapsa. Se la condenó entonces a la pena del fuego y fue ejecutada el 30 mayo 1431 en la plaza del Mercado Viejo de Rouen. Murió afirmando que sus «voces» no la habían engañado y pronunciando el nombre de Jesús. Tenía 19 años.

Juana de Arco no provocó el fin de la guerra franco-inglesa, que todavía continuó durante veinte años más, aunque con grandes dificultades debido al agotamiento de ambos adversarios. Pero se había dado un paso importante: la legitimidad de Carlos VII quedó en adelante bien establecida y la reputación de invencibilidad de los ingleses se disipó.