Buscar este blog

sábado, 5 de enero de 2013

La saliva de una calavera

Este día en "Mitología diaria", toca el turno a la primera parte de un mito de origen maya, escrito en el Popolh Vuh, el libro sagrado de los mayas:

Hun-Hunahpú, hijo de Ixpiyacoc e Ixmucane y hermano de Vucub-Hunapu. Hun Hunapu se casó con Ixbaquiyalo y a su vez tuvieron dos hijos también varones: Hunbatz y Hunchouen. Los hermanos se llevaban muy bien. Les gustaba jugar a los dados y junto con los hijos de Hun-Hunahpú jugaban por equipos al juego de pelota. Un día Ixbaquiyalo murió y los niños Hunbatz y Hunchouen quedan bajo el cuidado de su abuela paterna, Ixpiyacoc.

Un día estaban jugando en el camino de Xibalbá (mundo subterráneo o infierno). Los señores que habitaban ese mundo eran todos malvados, demonios amigos de la sangre, las desgracias y la muerte. Esos señores además de querer castigarlos, como eran muy envidiosos, y decidieronó mandar sus cuatro búhos emisarios y retarlos a un juego de pelota. Los hermanos se sorprendieron ante el pedido y vieron que no podían hacer otra cosa más que acompañar a los búhos mensajeros a Xibalbá. Luego de despedirse, se fueron siguiendo a los búhos hasta el camino de Xibalbá donde los esperaban varios peligros.

Primero bajaron hacia las profundidades de la tierra por unas escaleras muy empinadas hasta llegar a la orilla de un río que corría entre barrancos, pero lo atravesaron sin dificultad. Luego debían cruzar otro río que corría entre jícaros espinosos, pero también lo cruzaron sin lastimase. Mas tarde los esperaba un río de sangre, pero lo atravesaron sin beber de sus aguas. Hasta que llegaron a un cruce de cuatro caminos de cuatro colores: Uno rojo, otro negro, otro blanco y otro amarillo. Los hermanos no sabían cual camino debían tomar, pero el camino negro les habló así: --Yo soy el camino del Señor de Xibalbá. Entonces los hermanos decidieron seguir ese camino hasta que llegaron a Xibalbá donde estaba reunido el Consejo de los Señores. 

Luego se acercaron los señores Hub-Camé y Vicub-Camé para decirles:-Por fin llegaron. Más tarde les dijeron: -Vayan a descansar en la casa oscura. Allí dentro no se veía nada. Al entrar les dieron un cigarro y una raja de ocate encendida para que los alumbrara advirtiéndoles que debían devolverlos sin consumir al amanecer. O sea que debían devolverlos enteros. Pero el ocate se consumió y el cigarro también.
Por la mañana Hub-Camé y Vicub-Camé les preguntaron: ¿Dónde está el cigarro y dónde la raja de ocate?

Los hermanos respondieron: -Se consumieron por la noche.

-Ah Este es el fin de sus días. Deben morir- respondieron los señores.

Mataron a los hermanos y antes de enterrarlos juntos, le cortaron la cabeza a Hun-Hunahpu y ordenaron a sus sirvientes colocarla entre el follaje de un árbol sembrado en Puchal-Cha. Cuando los sirvientes colocaron la cabeza de Hun-Hunapu en el árbol, este fructificó al instante provocando la admiración de todos los señores de Xibalbá. La cabeza no se diferenciaba de los otros frutos del árbol sino que parecía un fruto más. Los señores sorprendidos ordenaron: Que nadie tome una fruta de este árbol, ni la coma ni se siente debajo. 

Años mas tarde una doncella llamada Ixquic, hija de uno de los señores de Xibalbá llamado Cuchamaquic, se quedó admirada al escuchar de boca de su padre la historia de los frutos del famoso árbol. Tan admirada estaba que pensó que sus frutos debían ser muy sabrosos y a continuación se dirigió al sembrado de Puchal- Cha. Cuando vio los frutos tuvo deseos de comerlos pero una cabeza que estaba entre los frutos le habó diciendo: - ¿Qué quieres? Los objetos que cuelgan del árbol no son frutos, son cabezas, ¿Todavía los deseas comer? Ixquic, respondió que si.

Entonces Hum-Hunapú le pidió que extendiera su mano derecha hacia él, y cuando lo hizo, la cabeza escupió saliva sobre su mano. Luego Hun-Hunapu le dijo: En mi saliva te he dado mi descendencia. Ahora puedes subir a la superficie de la tierra y te prometo que no morirás. Ixquic concibió al instante dos hijos que se llamarán Hunahpu e Ixbalanqué.

Cuando estaba en su sexto mes el padre advirtió que estaba embarazada ante su negativa, el padre llamó a los búhos mensajeros y les dio un cuchillo para que la sacrificaran y una jícara para que colocaran el corazón de Ixquic y se lo trajeran. Ixquic convenció a los búhos de que no debían sacrificarla y les hizo recoger el producto de un árbol que cayó en la jícara que pronto se convirtió en una bola roja resplandeciente que tomó la forma de corazón hecho con la savia de aquél árbol semejante a la sangre. Luego los búhos se dirigieron a la superficie de la tierra para servir a la doncella. 

Ixquic se dirigió a la casa de la madre de Hun-Hunapu, su suegra. Al llegar se presentó como su nuera, pero su suegra la echó acusándola de intrusa porque sabía que sus hijos estaban muertos. Ixquic le dio todas las explicaciones y a regañadientes terminó por aceptarla.

Ixquic dio a luz a sus hijos Hunapú e Ixbalanque en medio del campo. Cuando llevó a los pequeños a la casa de su suegra, como no se dormían, la abuela pidió que los llevaran afuera. Los colocaron sobre un hormiguero y luego sobre espinas, pero los pequeños seguían vivos. Sus medio hermanos Humbatz y Hunchouén sentían odio y envidia de sus hermanos y deseaban su muerte. Era evidente que su abuela tampoco los quería.

Pero ellos, se convertirían en los más grandes héroes del mundo maya!

Pero decían por ahí... ésa es otra historia!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario