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jueves, 10 de enero de 2013

Trabajosamente. Parte III

3. La cierva de Cerinia

El tercer trabajo de Heracles consistió en apoderarse de la Cierva de Cerinia y llevarla viva de Énoe a Micenas.


Este animal veloz y moteado tenía patas de bronce y cuernos de oro como los de un ciervo, por lo que algunos dicen que era un ciervo; se decía que asolaba las cosechas de los habitantes de Énoe. Estaba consagrada a Artemisa, quien, cuando era niña, vio cinco ciervas, más grandes que toros, paciendo en las orillas del río Anauro,  el sol centelleaba en sus cuernos. Corriendo en su persecución, se apoderó de cuatro de ellas, una tras otra, con sus propias manos, y las unció a su carro; la quinta huyó a la Colina Cerinia, tal como había mandado Hera, quien ya pensaba en los trabajos de Heracles. 

Heracles la persiguió incansablemente durante un año, cuando, agotada por fin, la cierva se refugió en el monte Artemisio, y desde allí descendió al río Ladón, Heracles disparó una flecha con la que le sujetó las patas delanteras haciéndola pasar entre el hueso y el tendón sin derramar sangre. Luego la recogió, se la
puso sobre los hombros y se apresuró a volver a Micenas. Algunos dicen que empleó redes; o que siguió la pista de la cierva hasta que la encontró dormida bajo un árbol. Ártemisa salió al encuentro de Heracles y le reprendió por haber maltratado a su animal sagrado, pero él alegó que le había sido necesario hacerlo y echó la culpa a Euristeo. Así aplacó la ira de la diosa, quien le dejó que llevara la cierva viva a Micenas.

La caza de la cierva, o corza, simbolizaba la persecución de la Sabiduría, y se la encuentra, según la tradición mística irlandesa, refugiada bajo un manzano silvestre. Esto explicaría por qué Heracles no dañó a la cierva sino que la persiguió infatigablemente y sin interrupción, durante un año entero. A Heracles le llamaban Melón («de manzanas») porque le ofrecían manzanas probablemente en agradecimiento por su sabiduría; pero esa sabiduría la adquirió solamente con la muerte, y su persecución de la cierva, como su visita al Jardín de las Hespérides, fue en realidad un viaje al Paraíso celta de inmensa sabiduría.

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